9 feb 2017

EL TREN








- ¿Por qué no vienes?

No quiero ir.

- ¿Por qué?

No me gusta ese tren, es viejo,  seguro se estropeará a cada momento.

- Que más da, así podremos estar más tiempos juntos, donde se pare visitaremos ese lugar y después otro y otro, dijiste que querías estar conmigo el resto de tu vida, no tenemos prisa, nos dedicaremos el uno al otro.

Me siento aun joven y ese tren que está en esa vía es nuevo, corre más y me llevara rápido a donde yo quiera ir.

- Los trenes modernos están hechos para que duren un tiempo, después no valen nada, las piezas se quedan obsoletas, no tienen reparación, sin embargo este, la mecánica es simple, con un par de tornillos y alambres bien ajustados sigue adelante, todo es cuestión de voluntad y de querer.

Lo siento, si, te dije que me iría contigo, pero lo he pensado y deseo seguir viviendo mi vida, en otra estación quizás me suba al tuyo y podremos seguir juntos el viaje.

- Las vías de este tren irán paralelas al tuyo hasta cierto tiempo, después se vuelven divergentes y nunca convergerán.

No iré contigo.

- Que seas feliz.

Los trenes partieron, estaban ante el último viaje de su vida.

El tren moderno salió a toda velocidad, era tal que no se divisaba paisaje alguno, todo pasaba muy rápido. Ella se sentía feliz, había dejado parte de su pasado, le dolía pero no le importaba, estaba dispuesta  a seguir disfrutando hasta que no le quedaran fuerzas.

La gente con las que iba en su tren le decían que aparentaba menos edad de la que tenía,  se sentía bien y feliz.

Todo eran halagos risas y beneplácitos

Se dio cuenta que su tren tomaba otra dirección, ya las vías no iban paralelas. De repente sintió una presión en su pecho, el corazón le latía fuerte y rápido ¿había tomado la decisión justa?

El otro tren partió de la estación lentamente, parecía que le costaba tomar velocidad, poco a poco fue cogiendo ritmo, aunque lento era lo suficiente como para alejarse de la estación.

Tomó  la decisión justa, podía haber sucumbido de nuevo a sus deseos, no, necesitaba paz, la vida le había sacudido violentamente, le dolería el alma y el corazón el resto de su existencia.

La pena se apaciguaría con el tiempo, o no, después,  solo recuerdos. Así es la vida, ya había pasado por ello otra vez, aquello fue un error, esto no.

Ensimismado en sus pensamientos estaba cuando se dio cuenta de que el tiempo iba pasando lentamente tras los cristales, si, aquello era vida.  

La hermosura del paisaje era extraordinaria, podía  ver los animales pastando, el trigo moviéndose al compás del suave viento que reinaba por aquellos parajes, el color de la tierra cuando esta  recién labrada, los distintos colores de los árboles, arbustos y plantas en primavera. ¡Qué maravilla!

Abrió  la ventanilla,  quería percibir ese  olor a tierra, el de las plantas, el de los animales, el tren iba tan lento que podría bajarse si quisiera, recrearse de tanta belleza y volver a subir,  no hacía falta, el maquinista sabia que los que iban en su tren tenían esa necesidad, por eso iba lento.

Sus pasajeros habían dejado el humo,  el agobio de las ciudades, el ruido, las prisas con que viven, los cines, los teatros, las discotecas, etc. habían dejado la civilización para impregnarse de naturaleza.

Eran gentes que habían vivido para trabajar, apenas les dio tiempo de disfrutar, ese era el tren de la vida, de la de verdad, de la que merece la pena vivir, habían dejado atrás los sufrimientos, las penas, las desdichas,  tantas y tantas otras penalidades.

También habían dejado cosas  buenas como amigos, familia y algún que otro el amor perdido para siempre, todos ellos tenían su vida echa, con el tiempo se subirían a su último tren.

Estaba anocheciendo, en el horizonte se divisaba el ocaso del sol, no había luces que pudieran tapar tanta belleza, la luna y las estrellas se fueron apoderando del firmamento, era maravilloso, hacía años que no lo observaba, le trajo recuerdos de su pasado, cuando por las noches se tumbaba en el frío suelo arenoso para observar la belleza de las estrellas.

Mucha gente no ha tenido ese privilegio, hoy día, hay chicos que no conocen una noche estrellada, la contaminación y las luces tapan las estrellas del cielo.


Buenas noches ¿puedo sentarme?

- Por supuesto, en este tren la propiedad no existe.

Ante el estaba una mujer con los ojos verdes más hermosos que había visto en su vida, era más joven que él, estaba de muy buen ver, tenia clase y estilo, y una sonrisa cautivadora.

Te has quedado mudo, parece que nunca habías visto una mujer.

- Muchas, pero tú no eres una mujer, eres un pecado andante.

Nunca me habían dicho un piropo tan original.

- Cosas de los andaluces.

¿Adónde vas?

- Supongo que como tú, hasta el final, no tengo prisa, ni nadie que me la meta.

Eso suena un poco obsceno.

- Obscenos tus pensamientos, cuando digo que no tengo prisa ni nadie que me la meta, me refiero a eso… a la prisa.

¿Te importa que te acompañe?

- En absoluto para mi será un placer, cuando deje de mirar la belleza del paisaje seguiré deleitándome contigo.

Creo que vamos a llevarnos muy bien los dos.

- Ese es también mi deseo.

¿No te interesa saber mi nombre?

- No ¿y a ti el mío?

Tampoco.

Pasaron veinticinco años, un cuarto de siglo lleno de caricias, besos, ternura, cariño y… ¿amor?

A esas edades lo importante es estar juntos, tenerse el uno al otro, tener la sensación de estar solos, de no necesitar más que el apoyo de uno para el otro.

Estaban frente a frente, cuando ella le pregunto:

¿La querías mucho?

- Si… ¿y tú a él?

Si.

- Hay heridas que sangran hasta el mismo instante de tu último suspiro.

Si

Siempre lo habían sabido, se habían respetado sus silencios.

- Lo nuestro ha sido maravilloso,  nunca sabremos como hubiese sido sin ellos.

Ha merecido la pena conocerte y ser feliz estos últimos años de mi vida.

A mí también me ha merecido y mucho la pena, dicen que se sabe si una está enamorada y es cuando escucha las letras de la canciones.

- ¿Y?

Desde el primer día que te conocí las escuchaba todas. Llámalo como quieras

Se le cerraban los ojos poco a poco, ella sabía que estaba llagando al final, su estación se estaba aproximando.

-  Gracias por tu compañía, ¿me das un besos?

Lo beso tiernamente mientras notaba que su vida se iba apagando lentamente, lo atrajo a su pecho y así estuvo horas y horas hasta que el tren se paro……..

La próxima estaciona seria la suya……



Mare Nostrum 09 – 02 – 2017
Adolfo A. Morales Borrego


1 comentario:

  1. Un relato precioso y muy emotivo, se te da muy bien escribir.Saludos

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